Durante mucho tiempo se sentó al huevo en el banquillo de los acusados, responsabilizándolo de elevar el colesterol de aquellos que consumían más de dos unidades por semana. Pese a que el avance de los estudios lo liberó hace años de culpa y cargo, muchos lo siguen mirando de reojo. Con el objetivo de derribar el mito que se construyó a su alrededor, durante la Primera Cumbre de Alimentos organizada por el Ministerio de Salud bonaerense expusieron sus beneficios y aclararon: uno al día está bien.
“El huevo contiene colesterol, pero es muy bajo en grasas saturadas y no contiene grasas trans, que es lo que realmente tiene que evitar la persona con colesterol alto”, afirmó la nutricionista Romina Sayar, representante argentina del Instituto Latinoamericano del Huevo (ILH) y vicepresidente de la Asociación Argentina de Nutricionistas y Nutricionistas Dietistas (AADyND) durante el encuentro que reúne a referentes de la salud, la tecnología, la gastronomía y la industria alimentaria.
La mala reputación del huevo proviene de la “colesterofobia” iniciada en los 70, sostuvo en diálogo con Clarín Sayar, cuando se descubrió que el colesterol era un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades coronarias. A raíz de eso, se recomendó limitar su ingesta. Tres décadas después, un importante estudio realizado en la Universidad de Harvard demostró que las chances de sufrir problemas cardiovasculares no variaban entre quienes consumían un huevo por día o aquellos que reducían su consumo a dos o tres por semana.
La nutricionista destacó que se trata de un alimento que contiene todas las vitaminas y minerales. Solo carece de vitamina C y fibras, por lo que aconsejó consumirlo acompañado de vegetales y frutas. Un huevo por día proporciona casi una sexta parte de la cantidad de proteína diaria requerida por mujeres y un octavo de lo que necesitan los hombres. Y la calidad de esa proteína sólo es superada por la de la leche materna.
Quienes quieran bajar de peso también pueden incluirlo en su menú. “Es ideal para incorporarlo en dietas bajas calorías porque aporta las mismas proteínas que una manzana y logra saciarnos rápidamente”, afirmó la médica. Lo ideal es cocinarlo con la menor cantidad de grasa posible (hervido o con aceite en spray) para no elevar el aporte calórico, pero no hay por qué decirle que no de vez en cuando a un huevo frito. La recomendación de la especialista: “freírlo en un buen aceite de girasol nuevo”.
En cualquiera de sus variantes (poché, frito, duro o revuelto), aporta altos niveles de colina, una sustancia considerada un nutriente esencial por el Instituto de Medicina de Estados Unidos porque mejora el funcionamiento cerebral, ayuda al desarrollo fetal y previene los problemas del tubo neural (espina bífida o anencefalia) en el bebé por nacer, por lo que Sayar recomendó su consumo durante el embarazo. Los bebés pueden empezar a consumir yema mezclada con las papillas a partir de los 6 meses y la clara recién a los 10.
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