Otra de las falsas creencias en torno a la seguridad alimentaria del pollo es que debe limpiarse antes de cocinarlo. Pero en 2014, la Agencia de Alimentos británica (FSA) lanzaba un llamamiento a los consumidores para que dejaran de hacerlo. El motivo dado entonces por las autoridades sanitarias de Reino Unido era que esta práctica, lejos de ser segura, aumentaba el riesgo de transmisión de la bacteria Campylobacter, para la que las aves son uno de los principales reservorios. Según la FSA, lavar el pollo antes de cocinarlo puede transmitir la bacteria en las manos, superficies de trabajo o la ropa a través de salpicaduras de las gotas de agua.
Con el fin de acabar con esta mala práctica, los expertos británicos insistían entonces en la importancia de otras medidas mucho más eficaces para reducir la incidencia de Campylobacter: lavar los utensilios, las tablas de cortar, las superficies y las manos, antes y después de preparar la carne. Tal como se ha apuntado antes, una cocción adecuadatambién elimina buena parte del problema, por lo que se deben atender sobre todo las partes más gruesas. Para ello, debe comprobarse que no quedan partes crudas, es decir, que la carne no esté rosada tras la cocción y no presente jugos.
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